Opinión: Humo más espeso que la bruma

Eduardo Baldares

eduardo.baldares@nacion.com

Cartaginés no va de último ni tiene la planilla más mala, pero, de los 12 equipos, es el que juega peor. Si sus centrales son lentos, no se entiende porqué se ubican tan distantes de su portero, que no es precisamente un líbero como Neuer, ni por qué se colocan tan lejos de su único contención (¿por qué solo uno?), ni mucho menos por qué sus laterales suben tanto, pero vuelven tan poco. El resultado es obvio: en esos siderales espacios entre líneas parecen carretas de bueyes persiguiendo fórmulas unos.

Ese 'esquema', supuestamente ofensivo, de esquemático no tiene nada. De ahí que en el torneo pasado recibiera tres o más goles en seis ocasiones (tres empates y tres derrotas), y en este va con el mismo promedio al cabo de una vuelta (dos caídas y una victoria).

Cuando va perdiendo, empeora, convierte los estadios en plazas de pueblo, en partidillos de solteros contra casados o de gordos contra flacos, al ingresar a todos los delanteros disponibles en lugar de laterales, zagueros, volantes... solo le ha faltado sacar al arquero.

¿Y los refuerzos? Cartaginés necesitaba zagueros rápidos y firmó a Sergio Córdoba (¿?). Juan Bustos no se levantó tras la llorada por anotarle a su amado Saprissa. Lucas Gómez falla más de lo que acierta. Adrián de Lemos es líder de asistencias... a los rivales (¡todo lo suelta!). Por Michael Barrantes no se mataron los otros grandes (por algo será). ¿Y Cristian Taborda? Un grueso... error.

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