Opinión: El loco bueno de la Cibeles

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Canta Ana Belén que el enfermo 16 se escapó de Ciempozuelos, con su capirote de papel, una espada de madera, zapatos de payaso, y que al pasar por La Cibeles quiso sacarla a bailar un vals.

En su hora de locura la escuchó decir: '¿Qué tal? Estoy sola y sin marido, gracias por haber venido a abrigarme el corazón'. Él le llevó un anillo, que se robó en el Corte Inglés, para pedirle matrimonio a su estatua preferida. La misma a la que Iker Casillas o Sergio Ramos han abrigado con la bandera de España o del Real Madrid, cuando concurren con miles de aficionados al festejo.

Dice la canción que el enfermo 16 cayó como un pájaro del árbol, cuando lo obligaron a soltar los labios de mármol. Y que un taxista que pasaba quedó mudo y chocó contra el Banco Central, al ver como empezaba la Cibeles a llorar.

La noche del 17 de agosto sucedió algo igualmente impensado: La fuente donde está la diosa preferida de los madridistas, la de tantos festejos del equipo blanco, se vistió con los colores del Barcelona. Y lloró la Cibeles de verdad, igual que lloramos todos, porque unos enajenados de verdad chocaron no contra el Banco, sino contra hombres y mujeres que recorrían Las Ramblas.

La emblemática avenida es la cuna del festejo en los triunfos del equipo de Messi. Allí huele a futbol, tanto como alrededor de la Cibeles. Pero desde el 17 de agosto también huele a muerte, a sinrazón, a...

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