Opinión: El técnico ideal

Jacques Sagot

jacqsagot@gmail.com

Carlos Watson es un aristócrata del fútbol. El único verdadero caballero del fútbol nacional. Dimana toda la intensidad del mundo, pero siempre bajo control.

La mano firme del buen juicio y el respeto domeñan los megatones de potencia que hierven en su entraña.

Si toda esa energía estallase, el resultado sería un Chernobil futbolístico: el estadio quedaría reducido a un hueco humeante, asolado por la radioactividad. ¡Pero nunca estalla, y su personalidad no pierde por ello un ápice de fogosidad!

Watson representa la enkrateia que preconizaba Sócrates: temperancia, comedimiento, mesura y la noción fundamental: autodisciplina.

No es un esclavo de sus pasiones, de su bilis y su jugo pancreático: los domina, y los secreta únicamente en las dosis necesarias para transmitir su fervor y entusiasmo a sus jugadores.

En las antípodas de Watson, tenemos a Medford.

Con este tragicómico perseguido del fútbol nacional, entramos en el mundo de la paranoia, la suspicacia, las conspiraciones, los complots. La sempiterna macro-narrativa: 'El Mundo contra Hernán Medford'. Se asume odiado por directivos, árbitros, aficiones rivales?

Por poco es Richard Kimble, el protagonista de la película El Fugitivo . Atención, amigos: creerse universalmente odiado es una forma de narcicismo tan aberrante como creerse...

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