Opinión: La última noche de Juan Ulloa

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Quienes creen que se le puede torcer el brazo a la muerte, podrían pensar que Juan Ulloa estaría vivo hoy, de no haber asistido el sábado al Morera Soto. ¡Es posible! La emoción de aquella noche fue mucho para el corazón débil del ídolo rojinegro.

Pero, aunque hubiese podido saber el desenlace de esa noche de luna llena, estoy seguro de que Juan Ulloa habría escogido acudir a la cita.

Una paradoja: a su cita con la muerte. Porque más dulce muerte nadie podría pretender: arropado por los aplausos en un escenario donde vivió los momentos más felices de su existencia terrena.

Ese calor humano que lo arropó en medio de la fría ventisca veraniega, seguramente lo indujo a un viaje placentero por el túnel de su tiempo de futbolista. Recordaría sus goles, la gira mundial, el tanto contra El Madrid con el uniforme morado, su estancia en el Sevilla, su paso por México, Venezuela y Guatemala, sus amoríos pasajeros con San Carlos, Puntarenas, el Uruguay, Orión y Carmelita.

Gustoso se habría entregado a la Parca a cambio de aquel homenaje en su última noche. La del reconcilio con el club de sus amores, luego de una ausencia motivada por esos desencuentros que suelen distanciar a los amantes.

Ese gesto cansado de su mano derecha fue a la vez un saludo a la grada y un adiós a la vida. Un abrazo al pasado y otro al Dios que bendijo su carrera y al que solía agradecer cada domingo.

Aun teniendo una visión de su última noche, El Loco, habría acudido a la cita para...

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