Reina del Chirripó se entrena con botas de hule por trillos

En la oscuridad de las montañas de Talamanca, la indígena Andrea Sanabria se levanta a las 3 de la madrugada y les da de comer a gallinas y cerdos.

La reina de la carrera del Chirripó, quien la ha ganado en nueve ocasiones, atiende a su familia y las bestias de su comunidad, antes de ir a entrenar, casi siempre en botas de hule, para evitar ser mordida por una serpiente.

Sanabria no utiliza geles o vitaminas, tampoco tiene masajes de recuperación.

Ella simplemente cumple con sus labores, atiende a sus cuatro hijos y a su esposo Ismael Salazar.

Entonces y, solo entonces, sale a correr en medio de la montaña, por los trillos hechos para llegar el asentamiento indígena de Sitio Hilda, en Alta Talamanca, siempre y cuando no llueva porque el terreno se vuelve peligroso y traicionero.

Desconoce sobre las curvas de rendimiento, tenis a la medida o camisetas especiales.

En cambio, debe preocuparse por ayudar a sembrar y cuidar las hortalizas de la pequeña finca en el poblado.

Debe ingeniárselas para hacer el almuerzo para sus cuatro hijos y su esposo en un rudimentario fogón de leña, con maíz, frijoles, plátanos y yuca, que siembran con sus manos.

Andrea no estaba segura de ganar la carrera, este año, la cual se celebró el 17 de febrero.

Esto porque no había entrenado por las fuertes lluvias en la montaña en diciembre.

Al iniciar la prueba de 34 km, en la plaza de deportes de San Gerardo de Rivas, Andrea empezó en la parte trasera del grueso de los corredores.

De figura desgarbada, corre en forma desordenada y camina los tramos más empinados, casi agachada durante la primera parte, con la mirada en el suelo para no tropezarse y coronar el fuerte ascenso hasta Base Crestones, en donde completa los primeros 17 km.

A toda máquina. En el descenso parece imparable, lo hace de forma temeraria, al punto que en la última edición se cayó en tres ocasiones; sin embargo, terminó ganando.

Al llegar a meta se detiene, toma una bolsa de hidratante y espera a la prensa con una timidez de una niña pequeña, a pesar de sus 33 años.

Habla casi siempre en presencia de su esposo, quien guía la conversación y contesta sin importar si la consulta es para él o su esposa. Cuando decide concluir la entrevista, lo hace con un respetuoso, pero tajante 'muchas gracias'.

Ismael, su esposo, toma la palabra y explica: 'Hace un mes y 15 días ella empezó a entrenar...

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