A Rolando Fonseca le sobran títulos, pero le falta generosidad

Jacques Sagot

jacqsagot@gmail.com

En Marvin Angulo tiene Saprissa al mediocampista 'en vías de extinción', el número diez (aunque oficialmente su dorsal sea el 11), el jugador de enganche, el que pone el último pase a gol, el que efectúa la rauda o pausada transición entre medio campo y delantera, lo que los argentinos llamarían el 'tiempista' de su equipo, y como si esto fuera poco, un egregio cobrador de faltas: sus disparos tienen colocación y fuerza. Una derecha extraordinaria, y una zurda que tampoco es inocua. Sobrado de técnica, jugador prolijo, elegante, inteligente.

Hace unas semanas tuve la ocasión de referirme a él en el programa Zona Técnica . Me expresé con el entusiasmo comprensible en cualquier amante del bello fútbol, a fortiori si el objeto de la apología es un gladiador saprissista.

Para mi estupor, la palabra me fue arrebatada por un iracundo Rolando Fonseca que, armado de tremendo serrucho, procedió a bajarle el piso a su colega de la manera más brutal que sea dable imaginar. Según el primo ballerino de nuestro fútbol, Angulo sería, a sus 29 años, un jugador viejo, un hombre psicológicamente débil, incapaz de dar un paso sin antes consultarlo con su demiurgo y escultor, Carlos Watson.

En suma, una pieza sobredimensionada, un jugador cuyas destrezas han sido magnificadas por la inflación de los adjetivos y el fervor de la...

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