El ruidoso drama del narcotráfico

Cuando Juan Gabriel Vázquez, novelista colombiano, presentó su última obra al concurso que le otorgaría el Premio Alfaguara 2011 de novela, no fue casualidad que lo hiciera con el título de Todos los pilotos muertos . Reminiscente de cierta novelística norteamericana -Warren, McCarthy-, este título de trabajo resume las claves centrales de esta exploración de la historia reciente de Colombia mejor que el definitivo, El ruido de las cosas al caer .En esta novela, las cosas que caen son casi siempre aviones: caídas que destruyen sueños, familias y, eventualmente, la identidad nacional colombiana.Estos son los daños en que incurren los pilotos, literales o simbólicos, de la novela, cuya obligación primordial era la de conducir a un destino seguro a quienes les habían confiado su vida.El protagonista, Antonio Yammara, conoce en los billares de Bogotá a un hombre lleno de remordimientos cuya sola proximidad termina arrastrando a Yammara ha-cia el torbellino contemporáneo de la violencia colombiana y sus secuelas sicológicas. Este hombre, Ricardo Laverde, alguna vez fue un joven y ambicioso piloto, heredero de un legado de pilotos legendarios, que en los años ochenta se casa con una voluntaria de los cuerpos de paz y tienen una hija. En el presente de la novela, Yammara se casa y tiene un hija también.Las decisiones de estos dos hombres están siempre respaldadas por buenas intenciones y una falsa ingenuidad, deliberadamente ciega. Ambos asumen con gusto paternalista la dirección total de las vidas de sus familias. A ambos los esperan, sin embargo, eventos transformadores que les impedirán llevar a buen puerto sus promesas, y sus vidas familiares...

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