Con rutinas y gallo pinto, plan busca sacar a reos de las drogas

Liberia.Son las 5:30 a. m. de un día cualquiera entre semana. A Albino López González lo despierta la alarma del reloj; después da un par de vueltas en la cama, respira profundo y se levanta.

Aunque está cansado, sabe que debe ponerse en pie, arreglar su espacio y lavarse los dientes. Tiene media hora.

Ya son las 6 a. m. López corre hacia el área verde de un módulo de la cárcel Calle Real, en Liberia, Guanacaste. Ahí participa en la primera terapia grupal y hace ejercicio.

Según el cronograma, seguirá el momento de ir al desayuno, que es un manjar en comparación con lo que comen el resto de privados de libertad del centro penal.

Él come gallo pinto con una tostada y café; en los otros módulos solo comen una tajada de pan y café.

Aquel es un privilegio que comparte con 41 reos más, integrantes de una comunidad terapéutica que intenta alejarse de las drogas.

Todos cumplen un perfil: son personas de baja contención (poca peligrosidad) y adictos al alcohol, la marihuana o el crack .

Se trata de un esfuerzo importante que por ahora solo tiene la cárcel de Liberia, aunque el 87% de la población penal ha tenido contacto con alguna sustancia psicoactiva, según el Instituto Costarricense Sobre Drogas (ICD).

Elemento clave de esta terapia es esa rutina.

Según esta, a las 7 a. m., tras el desayuno, Albino López se va a bañar para acudir a clases. Todo el día pasa ocupado entre el tiempo de estudio y las charlas motivacionales

Ya en la noche, a las 7:30 p. m., regresa al módulo, hace tareas, estudia y ve televisión.

El día, sin embargo, no puede concluir sin el momento de la 'reafirmación' , durante el cual se mira en el espejo para reconocer aspectos positivos de sí mismo. Aquel será el preámbulo para irse a dormir, a las 10 p. m.

Así ocurre de lunes a viernes. El fin de semana, Albino López debe dedicarse a asear el módulo donde reside.

El costo mensual de manutención de López y cada uno de sus compañeros en esta comunidad terapéutica es de $1.298 (casi ¢740.000), informó el Ministerio de Justicia, no más que en cualquier otro programa.

Trabajo a fondo. El ritmo es intenso y respetar el horario no es fácil, pero constituye una decisión que López y cada uno de sus compañeros tomaron de manera voluntaria, explicó Edilce Sánchez, trabajadora social de esa prisión.

Cada uno de ellos supo en qué consistía desde antes de incorporarse al proyecto.

La intención, dice Sánchez, es evitar, hasta donde se pueda, la recaída en el vicio y que comprendan que solo...

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