San Benito de Alajuela

Amado Hidalgo

Periodista hidalgo.amado36@gmail.com

Quien llegó ayer al Morera Soto no es San Benito de Nursia, patrón de Europa, quien con su poderosa Santa Cruz realizó innumerables milagros, a tal punto, que el monje italiano fue declarado Santo y a su medalla le han atribuido múltiples poderes, entre ellas el del exorcismo.

Sería más sencillo. ¡A la Liga le vendría muy bien que sus demonios de los últimos años le sean arrancados! Pero no. Quien llegó al estadio manudo es un hombre de carne y hueso, con aires de Quijote -por sus andanzas en el mundo del fútbol-, con verbo de monje entregado a la enseñanza.

Con pocos títulos, pero con cartel de pedagogo, a algunos nos parece un técnico de lujo para el fútbol tico. Otros, en cambio, le restan credenciales por ese divorcio con las celebraciones. ¡Como si cualquiera pudiera sentarse en el banquillo del Real Madrid!

Pero no es un santo milagrero. Tampoco el otro extremo: no es Benito Bodoque, el personaje caricaturesco de la pandilla de Don Gato. Algunos han querido reducirlo a un espejismo, a una ficción cuya leyenda tuvo como clímax el paso por el Bernabéu, pero que se disipó con el tiempo y sus andanzas por aquí y por allá, desprovisto de trofeos.

Benito Floro es mucho entrenador para la Liga y para cualquier equipo tico. Pero le puede pasar lo de a Johan Cruyff. Después de triunfar como técnico en el Barcelona y dejarle un legado maravilloso a la Masía, con Iniesta, Xavi y Messi, las Chivas de México...

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