El secreto detrás de la sonrisa de Lagos

La jornada empieza a las 3 a. m. en las bananeras. Se trabaja duro, se gana poco y se descansa a cuentagotas, ante la necesidad de bordear los apuros económicos y sobrevivir.

Cristhian Lagos lo recuerda y por eso ahora disfruta cada entrenamiento. Dos horas al día y de vuelta a la casa, impensable para el peón que mejengueaba cuando podía y siempre metía goles.

Aún no tiene casa propia, pero pronto la tendrá, cuando se retire. Probablemente compre en Guápiles, donde mejor se siente y más le gusta. Guarda todo el dinero que puede desde que empezó a jugar a los 24 años. Ahorra y se da gustos que hace solo unos años veía imposibles.

La vida nómada del futbolista lo ha hecho viajar de un equipo a otro.

Con 33 años y una nueva lesión en la rodilla derecha, Lagos empieza a asimilar el retiro. Tiene cuentas pendientes consigo mismo que espera saldar antes de decir adiós.

Aspira a llegar al gol 100, otro imposible para aquel muchacho que se conformaba con cumplir el sueño de jugar en Primera. Hoy le faltan nueve, después de vestir la casaca de los tres grandes, de convertirse en el goleador histórico del Santos, de anotar 41 goles en su primera campaña con Turrialba en la Liga de Ascenso, de ganar una Uncaf con la Selección Nacional y de jugar en la India.

Lesión. Le duele estar lesionado porque le encanta entrenar. Todavía le parece mentira que hace algunos años pasaba en las bananeras desde las 3 a. m. hasta que oscurecía.

A lo largo de su carrera escuchó a muchos de sus compañeros quejarse por las prácticas largas.

'A pesar de que solo se entrena una vez al día, a...

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