El tamal, un manjar criollo que se resiste a morir

Masa de maíz, olores, arroz y carne: estos ingredientes llenan las mesas costarricenses en Navidad y fin de año, amalgamados en la popular tradición de hacer tamales.

La ' tamaleada' -como se le conoce al momento de trabajar juntos en torno a la preparación de este típico platillo- es esperada por muchos. Sin embargo, también es estigmatizada por otros, quienes, sin planteárselo, amenazan sus beneficios culturales y culinarios.

Así lo demostró un estudio de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica (UCR), promovido por el programa Tradiciones Alimentarias y Cocina Patrimonial de Costa Rica: Acciones para su Salvaguarda .

El análisis catalogó el tamal como un alimento de alto valor nutricional y, además, elemento esencial en la cocina patrimonial del país, pero que va perdiendo espacio en la gastronomía local. 'Es una realidad. Algunos platos tradicionales se están apartando de nuestras mesas por el desconocimiento y los cambios en el estilo de vida del tico, así como el desarrollo alimentario industrial y comercial. Una de esas comidas es el tamal', aseguró Patricia Sedó Masís, investigadora de la UCR.

Según ella, el consumo de alimentos ultraprocesados, así como el desinterés por cocinar, e incluso la falta de disponibilidad de ciertos ingredientes, figuran entre los motivos por los que las nuevas generaciones renuncian a seguir las recetas familiares.

Tradición hogareña. Los resultados del estudio no son novedad para Ana Villalobos, quien tiene más de medio siglo de hacer tamales utilizando la receta que le enseñó su mamá. Ella ha percibido cómo esta costumbre ha ido perdiendo fuerza en su familia.

'Me encanta hacer tamales. Es una tradición que me dejó mi madre. La mayoría de las veces, mi familia colabora; vienen mis hijos, nueras y ahora los nietos. Hacemos de la tamaleada un momento para compartir. Al final, cada uno se lleva una piñita', cuenta Villalobos, quien los cocina con leña para preservar aún más el tradicional sabor.

Sin embargo, con nostalgia, teme que esta actividad desaparezca en su familia cuando ella ya no tenga fuerzas para emprender la labor de la tamaleada.

'Todos vienen y se comen el tamalito, pero algunos dicen que engordan mucho; otros, que lleva mucho trabajo hacerlos, o que es mejor comprarlos. Mis hijos me han dicho que mejor no me complique y que ellos compran en alguna fábrica, que incluso así cuidamos todos la salud', explica.

Con medida. A pesar de los argumentos en contra de los tamales...

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