Tocar el deporte con las manos sucias

José David Guevarajguevara@elfinancierocr.com

Del 1-16 de agosto de 1936, Hitler y su pandilla de asesinos tocaron el deporte con las manos sucias.

Mancharon una actividad que nació para fomentar el sano espíritu de la competencia, inculcar el esfuerzo y la disciplina, fomentar la unidad de los seres humanos y ganar el favor de los dioses del Olimpo.

Así lo hizo el líder del Tercer Reich con la complicidad de Hermann Göring y Joseph Goebbels, entre otros miembros del Partido Nazi, durante la celebración de los XI Juegos Olímpicos de la época moderna que reunió a 3.963 deportistas de 49 países.

Mientras esas justas enardecían a las multitudes en el Estadio Olímpico de Berlín, a pocos kilómetros de la capital se empezaban a abrir campos de concentración en donde millones de judíos, gitanos y opositores al nacionalsocialismo sería víctimas de unas de las páginas más tristes de la historia.

Sí, el deporte como máscara para camuflar el cruel rostro de la brutalidad. Una jugada estratégica en el ajedrez de la propaganda nazi en aquellos años en los que ya se respiraba el tufo de la II Guerra Mundial.

Así lo recuerda la memoria, pero también lo retrata la novela literariaBerlín, 1936. Dieciséis días de agosto, escrita por el historiador alemán Oliver Hilmes, quien ha publicado además las biografías de Alma Mahler, Cosima Wagner, Franz Liszt y Luis II de Baviera.

Este...

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