Desde la tribuna:

José David Guevara

jguevara@elfinancierocr.com

A veces quisiera sentarme a hablar de fútbol con mis abuelos, dejar que el balón de la tertulia ruede, rebote, vuele y anote goles en los marcos de la memoria y la nostalgia.

Con Orlando Muñoz Meneses (1916-1968), padre de mi mamá, me imagino sentado en la sala de su casa en Guadalupe de Goicoechea, exactamente junto al viejo y enorme radio de tubos que solo sintonizaba emisoras en la amplitud modulada. Y mientras conversamos, de ese aparato emanan las voces de tres enamorados del balompié que vivieron en tiempos de mi abuelo: Juanito Martín Guijarro, Jorge Pastor Durán y Luis Cartín Paniagua.

Desconozco si a mi abuelo le gustaría hablar de este tema. Lo digo porque en los pocos recuerdos que conservo de él no hay ninguno que huela a gramilla, red o bola de cuero. El deporte más hermoso del mundo no alineaba tampoco en las historias que me contaba mi abuela Inés (1912-2000) o en las anécdotas familiares en torno a ese hombre alto, grueso, serio y adicto a la sandía, su fruta favorita. No importa, igual yo pondría el tema sobre la mesa. De esta manera saldría de dudas respecto al tipo de relación que hubo entre 'Tati' y el fútbol.

Con Román Guevara López (1904-2000), padre de mi tata, el diálogo tendría lugar en Quepos o en El Carmen de Paso Ancho. Yo ocuparía una silla del comedor, en tanto que el viejo se...

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