Desde la tribuna

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Quince días atrás recomendé un psicólogo para el fútbol, aún más importante que el entrenador. Esa misma noche, la Liga perdió por expulsión a tres jugadores, en el ocaso de un partido ganado.

Nada de profecías. Es el signo de los tiempos en el fútbol casero. Mucho matonismo en la cancha, donde los jugadores pretenden imponer su ley a punta de escupitajos, ganchos al hígado, jabs en el mentón y calzón chino en la retaguardia. Además, encaran al árbitro, lo cuestionan permanentemente y, el colmo del cinismo, al final le echan la culpa.

Lo de Guzmán es un episodio más. Tal vez él sea el mártir que necesitaba el fútbol para abrir sus ojos. Ya durmió en la cárcel, los policías lo expusieron como al peor de los delincuentes, tiene un proceso penal encima, Saprissa lo sacó de la semifinal, la afición emitió su condena y su futuro deportivo está en riesgo. ¿Algo peor por un capricho de mejenguero?

Es el momento de que todos los futbolistas se vean en el espejo de Guzmán, o le echen una repasada a los memes que viene generando desde hace rato McDonald. Pero no son los únicos. Hay un grupo para quienes debería confeccionarse un manual psicológico de bolsillo.

Así como un policía va por las calles con su chaleco antibalas, al futbolista hay que ponerle el suyo, relleno de Freud, Fromm, Jung, y con un toque casero de Abel Pacheco...

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