El valor del conocimiento

¿Sabe usted cuánto conocimiento tiene en su organización?¿Y conoce cuánto de ese conocimiento se transforma en acción? La respuesta es muy sencilla: posiblemente no.El mundo empresarial ha entrado en una era de tendencia humanista, a través de la cual se plantea la tecnología del conocimiento como el cuarto factor de producción, ya que es a través de colaboradores pensantes y con conocimiento que la empresa puede generar ventaja competitiva.No obstante, el dilema es determinar quién realmente tiene conocimiento y quién lo aplica a su área de acción, ya que muchas veces la consistencia verbal es lo único que valoramos; es decir, mucha gente se ha acostumbrado a conocer sobre algunos tópicos, y hablar sobre ellos, pero lamentablemente no sabe cómo aplicarlos, con lo cual no pasamos a la acción, a la generación de valor agregado.Lo anterior tiene una lógica, dado que el mismo sistema se ha preocupado por realizar reconocimientos a las personas que tienen una amplia destreza oral: nuestros procesos de selección muchas veces se fundamentan en una entrevista, la cual nunca podrá garantizar que así como habla el aspirante, actúe.Es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo, el conocimiento como tal no generará valor agregado a nuestras organizaciones hasta tanto no sea aplicado. De nada vale que tengamos a los mejores si no trabajan.Por eso, resulta fundamental determinar el conocimiento de la gente, pero más importante aún, destacar de qué forma el conocimiento será aplicado por este colaborador en los procesos de negocios y qué implicación tendrá en estos.El gran reto: la acción¿Cómo se puede dejar de darle tanto significado a la conversación hábil? Imagínemos por un momento la promesa política, a través de la cual los aspirantes a un cargo ofrecen promesas realizando planteamientos de todo tipo y cuestionando las posturas de sus rivales. Pero, ¿realmente qué de eso que ofrecen se lleva a la práctica, o bien, cuáles promesas generan un verdadero valor agregado ?Con esto no deseo menospreciar una conversación hábil, la cual dependiendo de la circunstancia siempre tendrá un valor; más bien, abogo por que la conversación hábil debe ser dependiente necesariamente de la acción. Es decir, debemos hablar menos y hacer más, en todas las líneas: desde la posición de colaborador y desde la posición de patrono.De nada vale un buen verbo cuando hacemos todo lo contrario: la nueva filosofía de acción es saber administrar a las personas con conocimiento de forma tal que la...

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