El vendedor de plátanos

Ese señor es un seguidor de Alajuelense. Lo sé por los colores y la insignia de la gorra de tela con la que cada día protege del sol y la lluvia su pelo canoso y las arrugas que surcan su rostro de hombre bueno.Vende bolsas de plátanos, papas y chicharrones tostados, además de gelatinas, en un rincón de la acera de la parada de buses San José-Florida de Tibás. Allí lo veo cada mañana, siempre al pie del cañón, luchando por el sustento diario a escasos 75 metros de la sede de 'ANDE en defensa de la educación costarricense' (las paredes, al igual que el papel, aguantan lo que les pongan).No sé cómo se llama, pues nunca he conversado con él. Sí lo he saludado, con el respeto y admiración que se merece una persona entrada en años que se gana la vida de manera honesta y con gran esfuerzo ?pues no tiene la fortuna de formar parte de la clase media que gana salarios mensuales superiores a los ¢8 millones?, pero hasta ahora no hemos intercambiado palabras; espero hacerlo pronto.Como buen vendedor, no cesa de pregonar sus productos en una zona de la capital en donde la competencia entre vendedores ambulantes es ardua? bananos, tomates, aguacates, jocotes tronadores, limones, llaveros, focos, pegatinas, libros para colorear, rosarios, desodorantes para carros, chances, lotería, estuches y cargadores para teléfonos celulares...

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