'La vida de un atleta puede acabar en minutos'

Hace seis años, Sebastián Maroto Monge se levantó temprano para impartir una clase de Zumba, como normalmente lo hacía.Sin embargo, se empezó a sentir mal, a tal punto que tuvo que retirarse del gimnasio sin haber terminado la sesión, pues los mareos y la dificultad para respirar era bastante notoria.Con ayuda de su hermana Katherine, Maroto fue llevado a la clínica de San Francisco de Asís, pero al encontrarlo delicado, lo trasladaron de emergencia al hospital Max Peralta en Cartago.Ya para ese momento, Sebastián se había complicado y estaba siendo víctima de una atrofia que no le permitía mover ni las manos ni los pies. Por eso, fue atendido al instante en el centro médico.Luego de realizarle varios exámenes, los galenos comprobaron que tenía indicios del síndrome de Guillain-Barré.En palabras sencillas, este mal es un trastorno neurológico que genera que el sistema inmunitario ataque al sistema nervioso y cuando esto pasa, algunos nervios dejan de funcionar y a la vez los músculos dejan de responder a las órdenes del encéfalo y hasta se paralizan por completo.'Yo estuve tres meses en cuidados intensivos, en donde quedé cuadrapléjico, era terrible, no podía mover mi cuerpo. Solo movía los ojos y un poco el cuello, imagínese lo que era pasar de ser totalmente deportista a una situación como esta', relató Maroto.Y es que como él mismo lo expresa: 'la vida de un atleta puede acabar en minutos', por eso, solo encontró una solución a esa nefasta situación.'Yo siempre tuve mucha fe en Dios, me agarré de él y siempre tuve esperanza de mejorarme', confiesa este hombre de 30 años.Con el pasar de los meses y al tomar los tratamientos al pie de la...

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