La voz de la naturaleza

Roberto García H.

robertocomunic@gmail.com

Mi tía Canda era una mujer bondadosa que sonreía casi siempre. Un aura de serenidad dibujaba un velo indeleble en su rostro de luna llena.

Vestía de negro, al estilo de las mujeres antiguas que llevaban luto de soledad y de alma, como su hermana Marta, una dama de la tristeza que levitaba por los rincones de la casa grande, en el centro de San José.

Eran los años 40. Aunque no se interesaba especialmente por el fútbol, mi padre decía que su hermana Canda se enteraba delmatchdominical -así lo llamaba, en inglés- si oía por la radio o leía enLa Tribunalos resultados de La Libertad, Gimnástica Española, Orión, Alajuelense, Herediano o Cartaginés?

Pero no es por el fútbol que evoco ahora a tía Canda. Es por causa de la acción implacable de la naturaleza, cuya voz recrudeció esta semana y escupió agua y dolor sobre nuestro valle de lágrimas, con la furia del torbellino en el suelo, la ira que sube y el aguacero en venganza que refiere el trovador Silvio Rodríguez enRabo de nube, una de sus más bellas creaciones.

En la noche del miércoles, mientras conducía mi vehículo y las escobillas limpiaban, frenética e inútilmente, el agua del parabrisas, recordé la...

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