El enfoque de la dominancia en el análisis de la pobreza: una aplicación al caso de Uruguay.

Autordel Río, Coral
Páginas93(23)

Resumen: El interés en conocer los niveles de pobreza de distitntos países ha crecido en las dos últimas décadas. Esto se debe en parte a la recesión económica y a las altas tasas de desempleo que las economía occidentales han manifestado en el período considerado, y particularmente al hecho que la década de los 80 ha sido muy difícil para las economías en desarrollo.

Especialmente América Latina ha tenido un incremento en el número de individuos pobres y de su porcentaje con relación al total de la población.

En este contexto el caso uruguayo tiene ciertas peculiaridades. Es un país pequeño, que muestra un nivel de infraestructura, salud y educación aceptables y que ha tenido de los mejores indicadores sociales del continente. En este trabajo se aplica la metodología desarrollada por Jenkins y Lambert (1997) para estudiar la evolución de la pobreza urbana entre 1991 y 1997.

  1. INTRODUCCIÓN

    El interés por conocer los niveles de pobreza existentes en diferentes países ha resurgido en las dos últimas décadas. Esto motivado en parte por la recesión económica y las altas tasas de desempleo que las economías occidentales han experimentado durante este periodo, y en parte porque la década de los ochenta se ha revelado como una década desastrosa para un buen número de países en desarrollo, fundamentalmente en América Latina, donde se produjo un incremento tanto en el número total de pobres como en su porcentaje con relación a la población total. En este contexto se enmarcan las estimaciones de pobreza elaboradas por Eurostat para diversos países de la Comunidad Europea, cuyas conclusiones han sido utilizadas en la elaboración de políticas sociales comunitarias, o los trabajos financiados por el BID, la CEPAL y el PNUD encaminados a evaluar las consecuencias de la crisis de la deuda desatada por la suspensión de pagos por parte de México en 1982, y los efectos que sobre los niveles de pobreza tuvieron las políticas de ajuste implementadas por buena parte de los países de la región. En cualquier caso, la pobreza ha sido un fenómeno permanente tanto en los países en desarrollo como en los países desarrollados, por lo que el interés político por conocer la magnitud del problema ha impulsado el debate académico centrado tanto en el desarrollo de indicadores específicos para medir este fenómeno, como en la realización de estudios empíricos concretos.

    En el contexto latinoamericano el caso uruguayo presenta particularidades que lo hacen singular. Se trata de un país pequeño, de aproximadamente tres millones de habitantes, que presenta unos niveles aceptables en infraestructura, un sistema sanitario y educativo público y que históricamente se ha caracterizado por contar con niveles en sus indicadores sociales situados entre los mejores del continente (tanto en renta per capita como en desigualdad y pobreza). Por un lado, es importante destacar su peculiar situación geográfica que hace que su economía se encuentre enormemente influenciada por la evolución de los dos gigantes del cono sur, Argentina y Brasil, sobre todo en el marco de la creciente apertura de su economía dentro del MERCOSUR. Por otro lado, también es relevante recordar que en 1985 un gobierno democrático retornó al poder, después de doce años de dictadura militar, con la consiguiente presión que sobre las políticas públicas tuvieron las demandas de justicia social y redistribución, latentes y sin posibilidad de expresión en las dos décadas previas.

    Recientemente, diversos trabajos y diferentes autores han dirigido su atención hacia el estudio de la desigualdad, la pobreza y la polarización del ingreso en Uruguay desde mediados de los ochenta, tanto en el conjunto de la población, como en diferentes particiones consideradas de interés en la explicación del fenómeno. (1) A la luz de sus resultados, la distribución del ingreso en las áreas urbanas de Uruguay no parece haber sufrido grandes modificaciones a lo largo de este período al mantenerse relativamente bajos los niveles de desigualdad, lo que históricamente ha caracterizado a la economía uruguaya en el contexto latinoamericano. Sin embargo, es preciso destacar que esta estabilidad, asociada a los ingresos totales, esconde tendencias contrapuestas en la evolución de algunos de sus componentes. Así, se ha producido una notable desconcentración de los ingresos por cuenta propia, a la vez que las rentas salariales y las pasividades muestran una creciente desigualdad en su distribución, como consecuencia de la reforma de las pasividades acontecida durante este periodo y de algunos cambios producidos en el mercado de trabajo que también parecen haber sido los causantes de la progresiva bipolarización de la distribución salarial.

    En cuanto a los estudios relacionados con la medición de la pobreza, las conclusiones que parecen extraerse de los mismos apuntan a una reducción en sus niveles durante los primeros años de esta década, compensado posteriormente por un repunte en los niveles de pobreza, de 1994 a 1997. En cualquier caso debemos preguntamos por la robustez de este resultado ante las diferentes decisiones metodológicas adoptadas en cada uno de ellos. Como apunta Amarante (2000) en sus conclusiones: "Este resultado se repite al considerar diferentes indicadores, aunque con algunos matices. El índice de Sen muestra estabilidad entre 1996 y 1997, lo que se explica principalmente por la mejora en la distribución del ingreso entre los pobres. Sin embargo, el índice de Foster, Geer y Thorbecke, que pondera más las deficiencias de ingresos de los más pobres, muestra un deterioro en el último año del periodo analizado". Así, a pesar de existir una rica literatura que analiza el fenómeno de la pobreza en Uruguay durante este periodo, no contamos con resultados lo suficientemente robustos a la elección del índice de pobreza, ni estadísticos que nos informen sobre la significatividad de los mismos. Y lo que es más importante, no conocemos en profundidad la influencia que han podido ejercer en los resultados otras decisiones metodológicas tan relevantes en este tipo de estudios como la línea de pobreza o la escala de equivalencia utilizada para hacer comparables los ingresos pertenecientes a hogares con diferentes características y necesidades. De esta forma, las tres principales fuentes de ambigüedad a las que todo investigador tiene que enfrentarse a la hora de abordar este tipo de estudios: la elección del índice de pobreza, la elección de la línea de pobreza y la elección de la escala de equivalencia, no aparecen recogidas en ningún estudio sistemático referente a Uruguay.

    En cuanto a la primera fuente de ambigüedad, el análisis de la pobreza cuenta con un amplio conjunto de indicadores que satisfacen, en mayor o menor medida, una serie de propiedades consideradas deseables, de forma similar a lo que ocurre en el caso de la desigualdad. La contribución fundamental en el tratamiento axiomático de la pobreza se debe a Sen (1976), donde se proponen las características que todo índice de pobreza debe respetar. Éstas, hacen referencia a consideraciones de Incidencia, en relación al número de personas afectadas por el problema; Intensidad, que requiere que la pobreza aumente cuando la posición económica de los individuos empeora; y Desigualdad, donde se reconoce la necesidad de incorporar cuestiones redistributivas en la medición de la pobreza.

    Como apunta Ruiz-Castillo (1987), "dada la dificultad y la ambigüedad de reducir a un escalar un fenómeno tan complejo como la pobreza, no tiene sentido confiar en que un examen de las propiedades formales de un conjunto de índices permita concluir cuál de ellos es el indicador adecuado. Por el contrario, lo razonable en la práctica es estimar primero un abanico de medidas relevantes para el problema que nos ocupa y estudiar posteriormente la robustez de las conclusiones que se obtengan". Por eso, ha sido frecuente la utilización simultánea de diversos índices de pobreza en función de sus propiedades axiomáticas y éticas, entre los que destacan los incluidos dentro de la amplia clase de Índices del Gap de Pobreza Generalizado (IGPG). Estos índices son funciones de la distribución de la diferencia entre la renta de cada individuo y la línea de pobreza elegida, y engloban a muchos de los indicadores más empleados como son el índice de tipo "Dalton" de Hagenaars (1987), el índice de Watts (1968), el índice tipo 2 de Clark, Hemming y Ulph (1981), o los miembros de la familia de Foster, Greer y Thobecke (1984), entre otros.

    Sin embargo, estos métodos habitualmente empleados en la medición de la pobreza no han estado exentos de críticas. Críticas que fundamentalmente se derivan de la diversidad de juicios de valor que afectan a distintas vertientes de la medición, y que sugieren la necesidad de replantearse algunos de los aspectos básicos en los que se sustenta. En Atkinson (1987) se intenta dar respuesta a esta cuestión poniendo en primer plano la importancia de reconocer explícitamente los juicios de valor existentes en los procedimientos de medición que se utilizan. Para ello, el autor plantea la necesidad de reconsiderar la utilización de índices y líneas de pobreza específicas y defiende el empleo de metodologías lo suficientemente generales que permitan alcanzar algún grado de acuerdo, aun cuando los juicios de valor sean diferentes. En esta línea, Atkinson desarrolla condiciones de dominancia cuyos órdenes parciales resultantes son robustos al nivel de la línea de pobreza y a la medida de pobreza elegida.

    La metodología desarrollada por Jenkins y Lambert (1997) profundiza en esta dirección, ofreciendo procedimientos más poderosos a la hora de caracterizar situaciones en las que las distribuciones de la renta pueden ser ordenadas ante una variedad de juicios de valor. Su contribución a la literatura reciente de la medición de la pobreza puede resumirse en cuatro aspectos básicos: 1) definen lo que denominan curvas TIP (Three "I"s of Poverty), que sintetizan las...

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