Fundamentos hipotéticos para investigar la crisis económica contemporánea.

AutorSoto, Sergio Reuben
Páginas89(22)

"Sería mucho más económico desposeer a los capitalistas, dejar la riqueza acumulada al cuidado de la sociedad, fuera del alcance de nadie(...), decidir la tasa de acumulación que debe realizarse, partiendo de consideraciones generales sobre el desarrollo, en vez de adecuarla a los caprichos individuales", Joan Robinson en "Teoría del desarrollo. Aspectos críticos"

  1. INTRODUCCIÓN

    En el artículo "La crisis económica actual: una visión desde la economía política" (Reuben 2009), propusimos cuatro hipótesis fundadas en la Economía Política, que debían servir para basar en la distribución inicua del ingreso social, los orígenes de la crisis económica contemporánea. En este trabajo queremos formular de una manera más completa y sistemática esas cuatro hipótesis que dados los objetivos de aquel artículo, no pudimos elaborar con la debida profundidad.

    La primera hipótesis "Concentración y centralización, destinos del capital", plantea la idea que la producción social o colectiva regida por las relaciones capitalistas, como proceso de acumulación de capital, conduce inevitablemente a la concentración y a la centralización de éste. La segunda hipótesis "Equilibrio macroeconómico con tasas de retorno diferentes", propone no solo la posibilidad real de que en una economía regida por el capital existan tasas internas de retorno distintas entre ramos de la producción, sino que esta situación es inherente a la tendencia de concentración y centralización del capital y por tanto es parte del equilibrio general. La tercera hipótesis "La distribución del ingreso y la propiedad como variables exógeno-políticas", ofrece una visión distinta de la expresada por la teoría económica convencional que ve la distribución del ingreso social como resultado de un mecanismo de perecuaciones de variables económicas; la perspectiva levantada por nosotros, por el contrario, la ve como un fenómeno de poder. Y, finalmente, la cuarta hipótesis según la cual esas condiciones de las economías regidas por el capital (presentadas por la tres hipótesis anteriores) tienden inevitablemente al rompimiento del proceso de acumulación de capital expresándose en una crisis económica. Así, la distribución de la riqueza socialmente producida bajo las relaciones capitalistas, genera estructuras productivas desequilibradas; con sectores productivos hipertrofiados y otros, por el contrario, atrofiados, que conducen hacia la desproporción de la producción y al uso ineficiente e ineficaz de los recursos sociales escasos. Esas estructuras son cada vez más incapaces de lograr equilibrios sistémicos que aseguren la continuidad del proceso de producción social.

  2. LA TEORÍA DE LA CONCENTRACIÓN Y CENTRALIZACIÓN DEL CAPITAL

    Para plantearnos este trabajo nos proponemos un método de análisis que, en vez de explicar la realidad a partir de una teoría, busque definir esa teoría a partir de los hechos observados. Como decía Joan Robinson (1980): "Construir modelos que no puedan ser aplicados es una diversión ociosa. Es solamente interpretando la historia incluyendo el presente en ella, que la economía puede aspirar a ser seria.". (2) Y lo que tenemos como hecho clamoroso en el presente es el rompimiento del ciclo de acumulación de capital o de "desarrollo" de la actividad productiva y comercial, en forma de crisis económica. Asimismo, partimos de otros hechos relevantes como son la creciente desigualdad en la distribución del ingreso social en la mayoría de los países capitalistas (OECDE, 2011), la creación de mega corporaciones por medio de la adquisición de menores o fusión de semejantes y la constitución de cárteles de empresas que controlan un ramo o un sector de la producción (Aglietta, 1979), (Cowling y Tomlinson, 2005), así como la constatación de altísimas concentraciones de capital financiero administradas por pequeños grupos de bancos inversionistas entre los principales hechos (D'Arista,J, 2009), (Cetorelli, N., et al, 2007).

    La economía como disciplina científica se ha propuesto explicar la división social del trabajo y la producción y distribución de su fruto. Por esa razón hemos pensado que uno de los puntos de partida para este ejercicio debe ser la unidad de producción (Coase, 1990). Y el punto de partida de nuestro análisis--como lo hacen los clásicos--es la constatación de que bajo las relaciones capitalistas de producción, el fruto del proceso productivo queda en manos de la empresa, que es la encargada de asignar la parte del valor total adquirido en el mercado por la venta del producto, entre sus factores de producción (Rodríguez, 2003, p.32-40). (3) Como se comprenderá, este enfoque se inscribe en la polémica que ha dominado las ciencias económicas desde su nacimiento, y que, más recientemente, asume la discusión entre autores que sostienen la validez del mercado como instrumento fundamental para la asignación óptima de los recursos sociales escasos y los que sostienen que son más bien las disposiciones legales, sociales e históricas las que desempeñan, al final, esa función.

    La primera hipótesis que propusimos en ese estudio es que la propiedad privada de los medios sociales de producción y trabajo le da a sus dueños la potestad de apropiarse, en general, de todo el valor del producto y de los servicios producidos, y en particular, del excedente generado en esos procesos. Al llevarse a cabo la producción dentro de la empresa (por demás una entidad que adquiere en el marco de la organización capitalista derechos prácticamente iguales a los de cualquier ser humano), sus dueñas y dueños se apropian al final del ciclo productivo del producto o servicio resultante del proceso; productos y servicios que llevan (al menos) entrañado un valor igual al de las materias primas, al del desgaste del capital fijo y al del trabajo utilizados en su producción. Y aquí comienza, como se comprenderá, la valoración de ese producto en el mercado: el valor con que esa mercancía se venda en el mercado debe incluir un "excedente" que, cuanto menos, contemple el valor de la manutención de los dueños y dueñas de empresa. Aquellas que no lo logren, desaparecen del mercado.

    Así, el precio mínimo del producto al salir de la cadena de producción es expresado por la siguiente igualdad:

    P = (Vmc + Vcc + Vs + Ec)/n (1)

    donde P es el precio del producto fijado por el productor, Vmc es el valor de las materias primas consumidas en la producción, Vcc es el valor del capital gastado en el proceso, Vs es el valor pagado en salarios, Ec es el excedente para cubrir las necesidades del dueño y dueñas de la empresa y, n, el número de unidades de producto o servicios ofrecidos por la empresa. Esta definición es independiente de que los dueños y dueñas de empresa sean los que las administran o que tengas terceras personas administrándolas.

    Esta propuesta, en la que la empresa fija un precio para vender su producto o servicio, plantea la hipótesis de una forma de soberanía del productor en el mercado, que se contrapone a la ideal, levantada por los teóricos del mercado libre, por la que es la soberanía del consumidor la que determina su precio. La validez de una u otra hipótesis para explicar cabalmente la división social del trabajo, su producto y distribución, depende de la existencia de un conjunto de condiciones socioeconómicas presentes en la sociedad. Ha sido la constatación empírica de la ausencia del conjunto de condiciones factoras de la soberanía del consumidor en las sociedades contemporáneas, la que alertó a ciertos economistas sobre la necesidad de revisar el paradigma montado sobre el mercado libre. (4)

    Entre los primeros economistas que elaboraron esta perspectiva desde las corrientes económicas escolásticas, (5) están Edward Chamberlin y Joan Robinson, pero dentro la perspectiva de la economía política el reconocimiento de la inexistencias de esas condiciones y la presencia del monopolio (y de otras formas de competencia disminuida) aparecen ya en los clásicos, hasta los desarrollos más recientes (Guerrero, 1997, Cap.6). No obstante, con los esfuerzos por entender fenómenos económicos bizarros para el "escolasticismo económico", algunos economistas formados en esa perspectiva han articulados elementos de la economía política a sus análisis; entre los más conspicuos podemos mencionar a Piero Sraffa, la misma Joan Robinson (1968, 1973), Michael Kaleki (1977), Sylos Labini (1966) y más recientemente Joseph Stiglitz y Paul Krugman.

    Supervivencia y crecimiento de las empresas

    Ahora bien, un sistema económico en el que los precios se formen como en (1) está en equilibrio, esto es, no crece: los precios--incluyendo el valor de la fuerza de trabajo (demanda de bienes salario) y la renta de los y las capitalistas (demanda de bienes de consumo y de inversión)--contemplan el valor de todas las mercancías producidas y no habrían condiciones para su aumento. Mas la experiencia histórica es que el capitalismo tiene un impulso hacia el crecimiento. Han sido unos de sus principales detractores, precisamente Karl Marx y Frederich Engels, los que han expresado seguramente la más desapasionada exaltación de las virtudes conquistadoras de territorios y poblaciones del capital, de sus capacidades de desarrollo de las potencialidades humanas de trabajo e invención, y de crecimiento de la riqueza colectiva (Marx, Engels, 1976). Y desde luego, como ya ha sido demostrado por las sociedades desarrolladas, ese crecimiento no proviene como se propuso en los orígenes de la disciplina, del crecimiento de la población o de la productividad.

    Ese impulso generador de crecimiento, de conquista, de enriquecimiento, de desarrollo de las fuerzas productivas en general, surge de una de las principales condiciones para la existencia del capital: la necesidad de su acumulación ampliada; del crecimiento constante de su monto con la conversión de excedentes en nuevo capital. Es esta condición la que ha impulsado la exploración de territorios desconocidos, la integración de nuevas poblaciones, el desarrollo de...

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