Entre la negacion y la conciencia de desigualdad: percepciones subjetivas de la pobreza entre jovenes urbanos.

AutorGarro Rojas, Lidieth
CargoReport
Páginas405(14)

CONTENIDO Resumen Summary Introducción Estrategia metodológica La pobreza en RGP Negación y conocimiento cercano de la pobreza Carencia de comida, vestido y vivienda digna: elementos que la componen Conciencia de desigualdad y percepción relacional de la pobreza Exclusiones de la modernidad A modo de conclusión: dificultad para imaginar futuros posibles Referencias bibliográficas INTRODUCCIÓN

Es necesario reconocer, en principio, que el problema de la pobreza puede ser estudiado desde dos dimensiones. por una parte en sus expresiones mesurables en la forma de carencias de capacidades, de privación material y de acceso a recursos como salud y educación (2) y, por otra, en la dimensión subjetiva, según cómo las personas la abordan, la enfrentan y la expresan a través de sus discursos y sus prácticas.

En la sociedad, la condición de pobreza de las personas más jóvenes es un problema particularmente relevante ya que, como afirma Sen (2004), las capacidades que disfrutan los adultos están directamente condicionadas por su experiencia durante los primeros años de vida; las condiciones de vida a temprana edad contribuyen a la transmisión de la pobreza y es por ello que el acceso y permanencia en el sistema educativo, un buen sistema de salud, además de los vínculos que se extienden más allá de lo puramente económico, mejorarán sus capacidades para participar en actividades sociales como ciudadanos activos y deliberantes.

La pobreza es una condición multifacética, en el sentido de que no se produce como consecuencia de un único factor sino de múltiples, lo cual incide en la construcción subjetiva que de ella hace la gente. posición social, género, lugar de residencia, edad, son elementos que influyen en la percepción de lo que es, las causas que la producen y sus formas de expresión. Narayan (2000) afirma que las formulaciones que las personas pobres hacen sobre ésta no son nunca consecuencia de un solo elemento, sino de múltiples factores relacionados entre sí que inciden en la gente y en sus definiciones.

En particular, la experiencia urbana de la pobreza, explica Enríquez (2002), está cruzada por procesos de desintegración social empeorados por condiciones tales como el acceso a empleos precarios, la inseguridad cotidiana, la desconfianza urbana, la segregación residencial, la falta de protección de parte del Estado, entre otros. Entre las personas jóvenes esa experiencia adquiere matices propios de la edad, como las estigmatizaciones que se sufren producto de esa misma condición, la falta de lugares para el ocio y el formar parte de grupos juveniles y grupos religiosos (Garro, 2008). Esta vivencia de la pobreza construye, más allá del fenómeno cualitativamente analizable, una dimensión subjetiva de ésta.

El estudio de la subjetividad de la pobreza, afirma Feijoo (1998), se ha realizado por lo menos de dos maneras: una, ligada a la tradición de Lewis, en que se denominan dimensiones subjetivas a las observaciones realizadas desde el punto de vista del observador; y la otra, cuando el actor reconstruye subjetivamente su condición de pobreza a partir de su propia experiencia.

En la primera forma la pobreza se manifiesta como un sistema de relaciones sociales que se caracterizan por la precariedad en términos de funcionamiento y agencia de las personas. En el plano de la vivencia, implica una situación reflexiva para las personas y colectivos que la viven. En ese sentido la pobreza estructura formas de acción social que van más allá de lo económico; "es un sistema de acción social que abarca un complejo de acciones de reproducción y/o autonomía societales que intentan producir procesos de cambio social, implica la existencia de negociaciones sociales en las esferas de lo económico, lo político, lo educativo y cultural" (Arzate, 2003:269)

El segundo abordaje, permitido por la perspectiva de investigación constructivista, reconoce que la realidad es comprensible en la forma de construcciones mentales que expresan la experiencia de los sujetos sociales. Según Giddens (2003), se considera que los sujetos son agentes entendidos, competentes en relación con las prácticas que realizan en su vida cotidiana. Mediante esta conciencia práctica los actores son capaces de ofrecer un informe discursivo sobre las intenciones y las razones de su actuar.

El colocar en el análisis social los elementos de orden estructural con los subjetivos, denominado por Giddens (2003) como dualidad de estructura, permite comprender que la constitución de los agentes y las estructuras no son dos conjuntos de fenómenos independientes; las propiedades estructurales de los sistemas sociales son tanto un medio como un resultado de las prácticas que ellas organizan de manera recursiva, con la consecuencia de que la llamada estructura no es "externa" a los sujetos y ejemplificada en las prácticas sociales, sino más bien un aspecto interno de manera que estas estructuras son a la vez constrictivas y habilitantes.

En términos de Bourdieu (1993) la realidad social tiene un sentido y una estructura de pertinencia específica para los seres humanos que viven, actúan y piensan en ella. por una serie de construcciones de sentido común preseleccionan e interpretan ese mundo que aprenden como la realidad de su vida cotidiana (3).

Así, la pobreza subjetivamente vivida es entendida en este artículo como la percepción que las propias personas jóvenes tienen sobre sus condiciones de vida, sus recursos y sus necesidades.

Más allá de las percepciones subjetivas, la pobreza es una condición compleja, dinámica y diversa, que establece límites materiales y simbólicos entre quienes tienen la capacidad de acceder a bienes materiales y oportunidades tales como educación, cultura, salud y empleo y los que no. Conlleva la privación económica, la falta de participación política y de capacitación, así como de acceso a bienes culturales y la negación de las oportunidades que la sociedad es capaz de ofrecer; impide disfrutar de una vida digna: larga, saludable, segura, creativa y gozar de las cosas que la gente valora en la vida.

Según la definición de Sen (2000), la pobreza se refiere a una circunstancia de privación; puede comprenderse como la carencia de capacidades básicas para alcanzar determinados niveles de vida mínimamente aceptables y no solamente como la falta de ingresos. Si bien la falta de ingresos inclina hacia la pobreza, el enfoque de Sen, centrado en las capacidades, coloca el énfasis en privaciones que son intrínsecamente importantes, no instrumentalmente importantes, como es la renta (4).

Así, las personas que no alcancen el nivel de capacidades materiales relevantes para una sociedad definido como mínimo, están en situación de pobreza, independientemente de cuál sea su posición relativa frente a los otros, aspecto que sí haría referencia a las relaciones de desigualdad (Boltvinik, 2001).

La privación de capacidades se encuentra vinculada con la edad de las personas, el sexo, papeles sociales específicos como la maternidad, el lugar de residencia y las condiciones epidemiológicas, en tanto son factores difícilmente controlables. Esos mismos factores facilitan o dificultan la adquisición de rentas. Por otra parte, aspectos tales como las dinámicas familiares y de género, que por ejemplo definen diferencias en torno a la alimentación o el acceso a la educación formal, contribuyen a que privaciones relativas desde el punto de vista del ingreso se traduzcan en privaciones de orden mayor desde el punto de vista de las capacidades. Enfrentarla implica la movilización de recursos y capacidades según estrategias, diferenciadas por condiciones de edad, género, familia, ciclo vital, entre otras, que imprimen en ellas las particulares posibilidades de éxito.

Para que el concepto de pobreza tenga utilidad debe referirse a la insatisfacción de las necesidades humanas cuya satisfacción se refleja en estar bien nutrido, vestido o protegido adecuadamente y libre de enfermedades que puedan ser prevenidas, además alcanza logros más complejos como participar en la vida en comunidad o aparecer en público sin avergonzarse; si bien es posible argumentar que todos sufrimos de algunas privaciones (afectivas o políticas, además de las económicas), no todas ellas pueden ser catalogadas como pobreza.

Para la ciencia social en general y para los estudios de juventud en particular es necesario superar las investigaciones en las que las condiciones de vida de las personas jóvenes son sólo un telón de fondo para análisis culturales y en lugar de esto asumir que las condiciones de vida se vinculan directamente con las construcciones y expresiones simbólicas que ellos y ellas construyen. Al analizar las formas en las cuales la juventud vive y percibe su condición de pobreza se contribuye con la interpretación de las visiones del mundo que hacen parte de la construcción de ese mismo mundo.

ESTRATEGIA METODOLÓGICA

Este trabajo de investigación se realiza en la comunidad de Rincón Grande de Pavas (RGP).

Durante casi seis meses la investigadora participa como observadora en dos grupalidades juveniles. La primera de ellas, un grupo de jóvenes pertenecientes a una exitosa iglesia pentecostal (5) de la comunidad. La forma organizativa se denomina "Célula" y cuenta con una asistencia regular de entre 15 y 20 de jóvenes entre los 15 y los 21 años, más de la mitad, mujeres.

El segundo, autodenominado como de "La Esquina", es un grupo de jóvenes que geográficamente tiene su punto de reunión en el barrio Metrópolis 2. Cada tarde y noche, cuando el clima lo permite, en "La esquina" convergen jóvenes vecinos de las alamedas cercanas, principalmente varones, ahí, lejos de la mirada del mundo adulto construyen y vivencian, mediante actividades legales y algunas no tan legales, la experiencia de ser joven en un barrio pobre.

El protocolo de observación utilizado abordó diversas temáticas, como la construcción de identidades y la construcción de imaginarios de futuro. La dilatada actividad de...

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